Érase una vez un concurso de cuento y poesía. Quizá no tenía mucho pedigrí (al fin y al cabo era un proyecto de barrio), pero sí mucha tradición: venía celebrándose desde hacía ya 37 ediciones. Cada año, siempre cerca del 23 de abril, se entregaban los premios a los ganadores. Un jurado, formado por personas vinculadas al barrio y a la literatura, se leía meticulosamente todos los trabajos presentados y emitía su fallo. Vecinas, vecinos, niñas, niños y adolescentes que participaban en el concurso (más de 200 cada año) esperaban expectantes la decisión del jurado. Las caras de entusiasmo de los más pequeños siempre eran las más ilusionantes. Un día, unos amantes de la libertad (esa libertad acotada que solo entienden ellos) llegaron al barrio. Curiosamente venían con un escritor al frente, un escritor al que, en realidad, no le gustaban concursos literarios como el de nuestro cuento.
¿Y cuál fue la valoración que los recién llegados hicieron de este proyecto que venía desarrollándose desde hacía 37 años? Comentarios textuales: “Objetivo cubierto actualmente por recursos públicos” de la Junta Municipal de Vicálvaro. “Proyecto escueto”, que “no concreta la existencia de bases ni de diversas categorías, solo que habrá 3 modalidades (cuento, poesía, microrrelatos). “Indica “publicidad” sin citar los medios ni uso de NTIC”. “No se establecen protocolos de captación de socios”. “No presenta claridad en su desarrollo”. “Abierta al público, pero no concreta medios de difusión ni protocolos de captación de socios”. Valoración final: 44,20 puntos.
Los organizadores del concurso (la Asociación Vecinal de Vicálvaro) no salían de su asombro. El año anterior, con el mismo proyecto y con la misma convocatoria (de subvenciones para fomentar la participación ciudadana), se había obtenido una nota final de 88 (43,8 puntos de diferencia). ¿Qué había cambiado? ¿No habrán sido los brujos malos del Este? ¿Quizá las malvadas brujas del Oeste? O tal vez sea el peligro de organizar, desde hace ya muchos años, certámenes literarios a diestro y siniestro para gente de barrio de dudoso mérito. Esos zafios y revolucionarios chiringuitos en forma de concurso de cuento y poesía. Porque lo cierto es que los 2.800 euros de la subvención municipal dan para mucho, tras pagar, eso sí, los premios para las personas que ganaban el concurso y los trofeos de quienes resultaban finalistas.
En cualquier caso, si el problema es que no hay suficiente dinero para cubrir todas las solicitudes para financiar proyectos de asociaciones en el Distrito, proponemos una solución. Es evidente que la política de multiplicar por 6 la partida destinada a este fin llevada a cabo por la anterior Corporación tuvo éxito, ya que fomentó la creación de nuevas asociaciones y animó a todas las existentes a solicitar ayudas para sus proyectos. Tanto que el presupuesto se ha quedado corto. Bien, pues la alternativa que le proponemos al Concejal es sencilla: aumente el presupuesto de la convocatoria de subvenciones a las asociaciones para el año 2021.